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Calleras

La eclosión de calles angostas y empinadas que configuran el entramado urbanístico del pueblo contrasta con el enorme espacio abierto, arriñonado, poblado de forja y naranjos, donde, a partir del siglo XVII, la alta sociedad espejeña levanta sus moradas: Las Calleras: «He llegado a la calle de las Eras –escribía el anónimo cantor– a las Eras del asfalto, fresco dominio de los dulces vientos de Poniente, y he libado en los bares de una y otra acera, donde se puede comprar tabaco y cerillas a horas avanzadas de la noche». Eran otros tiempos.

Este nombre –las Calleras– con que es conocido el actual Paseo de Andalucía, alude, en efecto, a la más antigua de sus denominaciones –calle de las Eras– así conocida desde, al menos, mediado el siglo XVI. Con el paso del tiempo, esta designación ha sido reemplazada por otras impuestas por las corrientes políticas en cada momento. Del rótulo de esta calle tomaron el suyo las traseras de la misma: Eras Postigos y Eras Carril, como, de manera abreviada –Postigos y Carril– se las conoce en la actualidad.

En este enorme «salón» de las Calleras, en uno de sus flancos, se yergue una cruz de piedra –la Cruz blanca– que lo preside y señala como uno de los ámbitos más sacralizados de esta localidad. A lo largo del tiempo, la cruz de piedra que ya existía al menos desde la segunda mitad del siglo XVIII, ha sido fuente de conflictos entre las potestades civil y eclesiástica de este pueblo, lo que ha provocado diversos derribos y restituciones. El último de estos escenarios tuvo lugar con motivo de la desdichada y dolorosa contienda civil.

En un extremo del paseo, la capilla barroca de San Miguel, aneja al antiguo colegio de educandas del mismo nombre, que el presbítero espejeño D. Miguel de Castro y Leiva mandó levantar a sus expensas en 1758 para atender gratuitamente la formación de la infancia femenina más desfavorecida. Y en el otro, la centenaria ermita de Nuestra Señora de la Cabeza, donde, a finales del Ochocientos, se establece igualmente una escuela católica elemental, gracias al mecenazgo del también sacerdote D. Trinidad Comas y Castro, cuyo nombre rotula una de las calles que la bordean. En el tramo central, antiguas y blasonadas mansiones señoriales levantadas en los siglos XVII y XVIII festonean este espléndido paseo y lo ennoblecen. Entre otras, la ya citada de D. Antonio María Melgarejo y Moro–Dávalos, marqués de Lendínez, o la de Dª. Antonia Feliciana de Lucena y Castroviejo, vizcondesa de la Montesina, que heredaría su hija, la igualmente vizcondesa del mismo título Dª Francisca de Aguayo Concha y Lucena, familias nobiliarias relevantes en Espejo durante la época moderna.

Frente a la cruz, nos encontramos con otra iglesia conocida como «Hogar Parroquial», que actualmente preside la imagen del Santísimo Cristo del Amor. En realidad se trata de la antigua iglesia de Santa Teresa, aneja al convento que durante algo más de una centuria (1733–1835) mantuvo el Carmelo descalzo en este rincón campiñés. Hacia los años sesenta del pasado siglo la iglesia conventual sufrió una desafortunada remodelación. Lamentablemente, ni del convento ni de su iglesia original quedan vestigios materiales, los últimos de los cuales, no hace mucho tiempo, también han desaparecido.

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